
Clamor desde el seno materno
No me expulses, madre, de tu seno,
No me niegues, madre, tu alimento.
Con angustia clamo, de dolor lleno:
Eres, madre, mi único sustento.
Deja que mi cuerpo sea capaz de alimentarse,
Deja que mi vida tenga fuerza;
Dame tu sangre, no la permitas derramarse,
No seques la fuente do mi vida está inmersa.
¿No imaginas que aun pequeño e inerme
También yo tengo en mi ser un alma,
Que yo también pierdo la calma
Ante la aterradora idea de mi muerte?
Comprende que, además de vivir, ¡oh madre!,
Yo pretendo al hablar de esto a ti salvarte.
Pues, ¿acaso no has pensado que, al causar mi muerte
Responderás de mí ante el Eterno Padre?
Yo no había pedido, madre, ser formado,
Fue Dios quien me puso en tu seno;
Es, por tanto, divina propiedad mi ser creado
Y ni tú tienes derecho a destruir mi sueño.
Pon tu suave mano en tu redondo seno
Y sentirás mi corazón latir contento;
Sólo así podrás saber que también yo siento
La risa, el llanto el estar sereno.
Si llegan a tu vida las penas a raudales
Y no se calman a pesar de tus desvelos,
¿Por qué mi vida te provoca miedo,
Si colmarás conmigo tus ansias maternales?
Si niega conocerme el que es mi padre,
No te angusties ni intentes destrozarme;
No te importe que la gente te rechace:
¡Tienes a Dios y a mí para amarte!
Este jirón de carne que parezco
En tus manos está sublimarlo en lo eterno,
Si permites que en el agua y el Espíritu Bueno,
Renazca y me convierta, de Dios, en vivo templo.
Autor: Juan Ramón Bailón Hernández
(Franciscano Seglar, médico cirujano)
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